28 octubre 2007

Virgen de Fátima

Apenas conocido por la enorme cantidad de turistas que año a año recorren las localidades de la Comarca de Sierra de la Ventana, el santuario de la Virgen de Fátima se alza en la villa serrana La Gruta. (La imagen superior pertenece al portal ComarcaTurística.com.ar)

Dicha localidad se ubica a 29 kilómetros de Sierra de la Ventana y camino a la ciudad de Tornquist.

En La Gruta los visitantes podrán dar con una capilla y una iglesia que, emplazadas en las sierras, tienen como fin homenajear a la Virgen de Fátima.


Con relación a imagen sagrada emplazada en la capilla, la representación fue traída a la Argentina –proveniente de Portugal– por Antonio López de Oliveira, en 1960.

La fotografía publicada arriba, y que ilustra un instante del recorrido rumbo a la Virgen fue tomada por Leandro Amato, de Buenos Aires.


Las Vertientes... (Imagen tomada por Fabiano Goldoni, de Brasil)


Un descanso en plena travesía de Mountain Bike. Y el cartel que habla por sí solo... La fotografía es obra de Fabiano Goldoni, de Brasil.

22 octubre 2007

Fuego... (Imagen tomada por Diego Castarés, de Bahía Blanca)

Impactante. Combinación inquietante de fascinación y tragedia. Fuego que devora los cerros...

En la imagen, el resultado de uno de los tantos incendios que, intencionales, suelen azotar a la Comarca de Sierra de la Ventana cada verano.

La mano estúpida del hombre, siempre presente... Pero por fortuna, también existen los buenos.

Y ejemplo de ello son los denodados esfuerzos de los bomberos voluntarios que, valientes al extremo, cada año derrotan sin piedad a las llamas.

La fotografía, una auténtica muestra de arte con inobjetable valor periodístico, es gentileza de Diego Castarés.


Verano en Saldunga... (Imagen enviada por Ana Salvadori, de Bahía Blanca)

Año 2003. A continuación, las palabras de Ana Salvadori, quien envío la foto para que sea publicada específicamente en este espacio:

"Acá va una foto de nosotras. Es del 2003, así que ya tenemos más canas, menos vacaciones, muchas menos salidas de sábados, más responsabilidades y complicaciones... pero la misma amistad".

"Abajo desde la izquierda: Mara, Julio Aspiro, y la Cachi. Arriba, Laurita y yo. Noche de verano fresquita en Saldungaray, cuando el parador del Vaca se atiborraba de gente...".


Pastando... (Imagen tomada por Pablo Curras)

Expresividad en blanco y negro. Tranquilidad de caballos a la sombra de alambrados y pastos blandos. Esta imagen, un testimonio de la paz serrana, es obra de Pablo Curras.


13 octubre 2007

Reflejo... (Imagen tomada por Marcelo Braz, de Buenos Aires)

Otra vista del balneario El Dique de Sierra de la Ventana. Amplio de aguas, la mansedumbre de la imagen nada dice de las crecidas que cambian su rostro en épocas de lluvias prolongadas.

Protagonista eterno de veranos, en invierno sueña el silencio de los que duermen con el frío. La fotografía es obra y gentileza de Marcelo Braz.


Fuente del Bautismo... (Imagen tomada por Leonardo Beli)

Tesoro escondido de las sierras. Escenario de una y mil leyendas. La Fuente del Bautismo encierra, en su murmullo líquido, el testimonio mudo de otros tiempos y otros habitantes. La fotografía es gentileza de Leonardo "Lelo" Beli.


A través de las nubes... (Imagen tomada por Rolando, de Buenos Aires)

Viaje a la cumbre del cerro Ventana. Y al mirar hacia abajo, el mundo. Que se despeja como una auténtica ensoñación. Rolando pudo percibirlo... y atestiguarlo a través de esta imagen de singular belleza.

07 octubre 2007

Eramos tan chicos... (Enviada, desde La Plata, por Lorena Schena)

Año 1994. Como era costumbre en el colegio Fortín Pavón, alguna que otra vez nos escapábamos de “retiro espiritual” por unos días. Obviamente, a nosotros la propuesta nos servía como excusa para eludir las típicas obligaciones escolares y, al mismo tiempo, disfrutar de la etapa más gloriosa de la adolescencia en compañía de los mejores amigos que uno podía tener.

La imagen publicada da cuenta de uno de esos momentos. Retiro espiritual en “la casa de las monjas”, plena Villa La Arcadia. A mí la ubicación me venía como anillo al dedo: acampábamos a 5 cuadras de mi casa. Y cuando la comida no me seducía, adivinen en qué lugar almorzaba...

En esa oportunidad, y como no podía ser de otra forma, los varones estuvimos todos juntos en una sola carpa. No faltaron: petacas con alguna bebida espirituosa, cigarrillos y cartas para jugar al truco. Y así se nos hacían las 6 de la mañana: encerrados, “quiero retruco”, y un humo que nos cegaba la vista...

En la imagen, de pie, y de izquierda a derecha: Pablo Cleppe, Fernando Ramos (profesor de religión del Fortín), Darío Lemos, Patricio Eleisegui, Gastón Waiman, Valeria Cleppe y Mariela Giorgetti.

Hincados, de izquierda a derecha: Ramón (por entonces, cura párroco de Saldungaray y Sierra de la Ventana), Walter “Pollo” Irigoyen, Romina Carrizo, Lorena Schena, Marina Martínez (semi agachada) y María de la Paz Quintana.


Golf Club... (Imágenes tomadas por Sofía Bianchi, de Bahía Blanca)


Escenas luminosas del Golf Club de Sierra de la Ventana. Magia en 18 hoyos que excede a la mera práctica de un deporte. La naturaleza por encima de todo...

Las fotografías son un gentil aporte de Sofía Bianchi.

Cumbres por un sueño de verano - Parte III-Final- (Por Agustín Moreno, de Bahía Blanca)

El amanecer, soleado, nos mostraba un gran colchón de nubes por debajo del nivel de nuestra morada. Parecía hecho con capullos de algodón. Esa situación momentánea me invitaba a soñar despierto. Me tiré sobre la bolsa de dormir e inventé mi sueño: Yo permanecía acostado, cara al cielo, con mis manos entrelazadas colocadas debajo de mi nuca, y una pierna sobre la otra a lo largo del colchón. Los ojos bien abiertos y los oídos muy atentos para mirar y escuchar el recital celestial que estaba por brindar Elvis Presley a miles de Ángeles vestidos de blanco, que lo ovacionaban constantemente agitando miles de pañuelos blancos. Ellos saltaban enfervorizados haciendo ondular aun más el capullo blanco en el cual estábamos flotando y que me producía una sensación única e irrepetible. Entonces, de repente apareció Elvis vestido todo de negro y allí empezó la histeria colectiva. Los Ángeles se abrazaban entre si, lloraban y vitoreaban a la “Pelvis Presley” y yo no podía ser menos. Estremecido hasta los huesos me abrazaba con todos y cada uno. De repente, silencio total, increíble. Sonaron los instrumentos, los primeros acordes, y Elvis abrió el recital cantando “always on my mind”.
Sin darme cuenta empecé a cantar, susurrando apenas “maybe I did not love you…”,
cuando Claudio, que venía del patio cámara en mano, me dijo:
- ¡Chegu, este paisaje es para volverte loco… dan ganas de soñar despierto!
Dejé el sueño y volví a la realidad.
El Napostá, al lucir su cumbre por encima de las nubes, aparentaba tener más altitud que la real. Se magnificaba. Mientras encendía el calentador para prepararnos un desayuno caliente no podía dejar de mirar hacia los capullos de algodón.
Abrumados por el desarraigo que nos ocasionaba partir de nuestro terruño, dejamos la casa en orden y nos fuimos con equipo ultra liviano.
Al cabo de media hora de nuestra partida por la pared norte, estábamos besando la cumbre del Tres Picos pero sin detenernos seguimos hacia Cerro de la Carpa.
Bajamos por un laberinto rocoso que nos demandó más tiempo y seguimos por un callejón que desciende hacia el sur y nos aceleró el ritmo. De los 1243 metros del Tres Picos bajamos a los 866, punto más bajo antes de la cuesta, y después, una vez en la cumbre del Cerro de la Carpa, medimos 1072msnm.
No encontramos Apacheta, solamente un montículo de piedras muy grandes marcando el punto más alto del cerro.
De plato principal tuvimos un par de “milangas” y de postre barras de cereales. Mientras descansábamos nos hidratamos convenientemente. Una vez terminada la sesión de fotos testimoniales nos fuimos en busca del Refugio construido en el mismo cerro, a cien metros de la cumbre en dirección al este. El mismo refugio que yo tantas veces había visto claramente desde la cima del Tres Picos y que siempre llamaba poderosamente mi atención.
Allí lo teníamos, estaba al alcance de la mano, impecable. Y yo sabía quien era el responsable de que estuviera así. Esteban, “el ruso”, quien era un apasionado del Cerro de la Carpa y de la montaña toda. Él lo había reconstruido con esfuerzo y sacrificio después del destrozo y abandono que había sufrido. Él se había deslomado llevando desde el llano chapas, tirantes y todo lo necesario para dejarlo habitable. "¡Qué pinturita de Refugio se armó Esteban!" -me dije para mis adentros- “Loable acción y emprendimiento”
Estuvimos contemplando el patio, generoso y sin límites, y después de merodear un par de horas regresamos sobre nuestros pasos hasta llegar nuevamente al Tres Picos. Ésa vez habíamos logrado la cumbre por la pared sur, la que usualmente hacía “el ruso”.
En la cumbre descansamos y aprovechamos a ventilar nuestros cansados y "ardientes" pies. Las botas estaban siendo duras, pesadas y muy abrigadas para esa estación en montañas de esas altitudes.
Con los pies como empanadas regresamos al hogar, dulce hogar, y devoramos, cual hormigas, la provisión de boca que nos quedaba en depósito. No era para menos.
La modorra, originada por la ingesta rápida y voraz que habíamos tenido, hizo que nos tiráramos en el jardín, sobre el copioso pastizal serrano, cual leones después de un atracón. No llegué a dormirme pero estaba con la mirada perdida en el paisaje, escenario ancho y largo, profundo e increíblemente cautivante para mis ojos, cuando de repente Claudio me sobresaltó.
- ¡Chegu... estás requemado! -dijo como sorprendido.
Lo miré y no sabía si me estaba "cargando" por mi piel morena natural o me lo decía con sinceridad. Mientras preparaba mi respuesta le hice un estudio visual y comprobé que él también estaba muy quemado por el sol. De ahí surgió mi respuesta y pregunta a la vez.
- ¡Vos también!... ¿y, qué tal?, ¿qué te pareció la paliza bajo el sol?
- ¡Bárbaro! ¡Me siento perfectamente bien!
- Entonces emprendamos la retirada que ya es hora –le dije a la vez que me incorporaba lentamente tratando de no aplastar la Festuca Ventanicola que tenía al costado.
Armamos las mochilas, dejamos la “casa chica” sin contaminantes, e iniciamos la cuenta regresiva. Pasamos otra vez por el piletón a colectar agua y encontramos el chorrillo con el caudal un poco más flaco que el día anterior. Pero el preciado tesoro que traía era de un valor incalculable.
Antes de reanudar la marcha, mi compañero de escalada me dijo:
- Chegu, me voy asombrado y sorprendido de todo lo que he visto, las vivencias, que sé yo… lo que me hizo sentir la montaña no tiene precio.
- Por toda respuesta hice silencio y nos dimos un largo abrazo. Él sabía que yo, asiduo visitante de las sierras, pensaba y sentía lo mismo que él.
Mientras bajábamos, aquel 14 de Marzo de 2004, supe que Claudio había dado el paso más importante en relación al viaje a Vallecitos: había tomado la decisión de ir. El resto, es otra historia.


Agustín Moreno
el.chegu@gmail.com


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