Cumbres por un sueño de verano -Parte I- (por Agustín Moreno, de Bahía Blanca)
El asado había estado bastante sabroso y generoso. Enrique, anfitrión esa vez, esmerándose como lo hacía habitualmente, nos había dejado satisfechos con su arte gastronómico. Por eso con Claudio, antes de los postres y degustando un buen vino tinto, surgió el siguiente diálogo:
- Me convenciste Chegu, si veo que llego en buenas condiciones físicas te acompaño a Vallecitos.
- Sabía que te prenderías. Vas a ver lo bonito que es el Cordón del Plata y lo singular de la ciudad de Mendoza.
- Quiero tantearme, porque si bien el Tres Picos es algo exigente, me gustaría probar mi rendimiento caminando un par de días para ver mi progreso.
- Ningún problema Claudio. Intentaremos 3 cumbres en 2 días pernoctando en una cuevita espectacular!
- ¿Cuánto me dijiste que era la altitud?
- Dicen los mendocinos que mide alrededor de los 4450msnm y lo vamos escalar al segundo día. Primero haremos La Cadenita.
Las cartas estaban echadas. Si todo anduviera bien con la puesta a punto, nos iríamos a Mendoza a intentar, junto a nuestros maduros sueños juveniles, algo más que una cumbre. El vínculo que habíamos logrado con Heber Orona, y a través de él con sus amigos montañistas, nos facilitaría sobremanera la posibilidad de éxito.
El deseo de “medirse” de Claudio no era descabellado. Caminar un par de días la montaña haciendo noche en ella sin la comodidad propia del hogar le vendría bien para probarse y ver su reacción ante las adversidades que pudieran surgir estando al aire libre.
El asado con amigos y el buen vino era cosa del pasado. Ahora estábamos en plena ejercitación en terreno serrano. El sol pegaba fuerte y nuestra transpiración, en contacto con la suave brisa, nos refrescaba y nos aliviaba, pero teníamos que conseguir agua para hidratarnos convenientemente. Subir la montaña no sólo era empeño y voluntad. Necesitábamos agua para mantener energía y en ese momento se nos estaba agotando. También iba a ser necesaria para consumir en la cueva durante la cena, el desayuno, e indispensable para la marcha del día siguiente.
Habíamos dejado atrás el Cordón de Vacas y nos encontrábamos en plena Pampa de los Guanacos vislumbrando la Naciente del San Diego, entonces hice un alto y le dije a Claudio:
- Bajaremos a las piletas a ver si tenemos la suerte de encontrar agüita fresca.
- ¿Te parece que habrá? Mirá que está todo seco-seco reseco, eh!
- Habitualmente se encuentra, pero no podremos saberlo hasta estar en el lugar.
A pesar de bajar lentamente por lo barrancoso del terreno, en pocos minutos estábamos en el piletón formado al pie de una pequeña garganta que contenía agua, escasa y estancada. Pero un chorrillo flaco y pobre que bajaba por los desniveles de la pared rocosa se delataba, y de su rítmico golpeteo florecían gotas como si fueran fuegos de artificio.
- Es lo que hay Claudio, pero es suficiente. Cuando el agua potable se hace imperiosamente necesaria para la supervivencia, así venga de una vertiente flaca y pobre como ésta, hallarla tiene mucho más valor que encontrar una mina de oro.
- Chegu... tardaremos un rato para llenar los recipientes pero creo que vale la pena.
- ¡Claro que sí, es agua buenísima! En su recorrido se va nutriendo de minerales aptos para el consumo humano. Atraviesa roquedales y pastizales hasta caer acá cargada de naturaleza pura. Yo, uno de los que siempre la ha bebido, jamás tuve problemas de salud a consecuencia de ello.
El lugar en el que nos encontrábamos era fresco porque el sol le pegaba solamente al amanecer. El hecho de permanecer allí nos daba, en cierta manera, un merecido recreo. Llenamos las cantimploras y el bidón de cinco litros que habíamos transportado vacío con ese fin. Luego bebimos hasta que se nos hinchó el estómago, tanto, que temíamos no poder subir.
- Chegu, ¿Y si no hubiéramos encontrado agua acá arriba que hacíamos?
- Cuando uno elige cierto lugar para pasar una o dos noches, máxime en verano cuando las lluvias escasean, debe saber donde encontrarla, caso contrario se debe traer la suficiente cantidad de antemano. Es importante que el agua nunca falte para evitar la deshidratación y el golpe de calor. En mi caso particular sé y conozco lugares en donde encontrarla. A veces está al alcance de la mano y otras no tanto. Pero es de suma importancia conocer el terreno. Estas montañas, que aparentemente están secas, lo están solamente en su superficie. Sin embargo, gracias al pastizal típico que las cubre, actúan como esponjas y absorben el agua de las lluvias que después van liberando a cuenta gotas. De ahí que en nuestros ríos y arroyos corre el agua constantemente a pesar de que a veces pasan meses sin llover.
- O sea que una norma de seguridad estricta que deberían adoptar los visitantes sería conocer el terreno por el que se va a transitar para saber si van a encontrar agua o no, o de lo contrario llevarla de antemano aunque el peso de la mochila les mortifique la espalda, detalle éste último que todos tratan de evitar, no?
- Sí Claudio, aunque así y todo nunca falta quien se lanza a la "aventura" y después es superado por los acontecimientos y las circunstancias y vive momentos muy desagradables –le dije tratando de ser lacónico.
Allí vinieron a mi mente algunos hechos lamentables que ocurrieron veranos pasados. Creí conveniente contárselos a Claudio:
- En una oportunidad yo había bajado del Tres Picos y me encontraba en La Glorieta tomando unos “mateargos” , entonces observé que un grupo de adultos, hombres y mujeres, se estaba alistando para subir a la Cueva de los Guanacos. Un detalle llamó mi atención: no llevaban suficiente cantidad de agua. Por razones humanitarias creí oportuno advertirle al líder que en los lugares habituales cercanos a la cueva de donde se extraía el agua estaban vacíos. Me miró como si él fuera Reinhold Messner y, “bardeándome”, me dijo que se las arreglarían, que él conocía la zona. Días después me enteré de que quién yo creí era un líder positivo, había hablado por telefonía celular pidiéndole a la encargada de turismo que le entregaran agua “a domicilio” en la cueva.
- ¿Y qué pasó?
- Amablemente se le contestó que había sido advertido de que arriba no encontrarían agua y que si realmente quería la entrega tendría que hacerse cargo del costo del caballo que cargaría el agua más el jinete.
- ¿Entonces…?
- Al no querer pagar no les quedó más remedio que bajar, no pudiendo lograr sus propósitos de estar en la cumbre del Tres Picos. Por supuesto lo hicieron en estado lamentable y al borde de la deshidratación.
- Pagaron caro el precio de la soberbia, Chegu.- No sé si todos pensaban igual. Me gustaría saber que historia les vendió el “guía” al resto de los expedicionarios. A veces, a pesar de mi esfuerzo, no entiendo a la gente. Dos días en la montaña, salvo complicaciones meteorológicas inesperadas, tienen que ser para disfrutarlos al máximo y llevarse consigo uno de los recuerdos más placenteros. El entorno que regala el inmenso escenario serrano hace que los ojos no den a basto para retener miles de detalles, pero los que se graban son para recordarlos toda la vida.
Agustín Moreno.
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