13 enero 2008

Diario de viaje: verano 2008 en Sierra de la Ventana (Parte I)

A poco de haber llegado de Sierra de la Ventana –menos de una semana–, y tras haber cumplido con mis merecidas vacaciones laborales, creo que vale la pena arrojar a la luz buena parte de todo lo sucedido.

Principalmente, porque si queremos que la Comarca siga siendo un lugar atractivo para todo aquel que la visita, es claro que hay diversas cuestiones que merecen cambiar.

Para fortuna de todos (quien aquí escribe incluido) la belleza única de Sierra de la Ventana sigue imponiéndose a cualquier contratiempo. Y eso, quizás, es lo que mejor permite explicar por qué cada vez son más los que eligen a la Comarca como destino turístico.

Pero volviendo al tema, Carla (mi mujer) y yo decidimos instalarnos en Sierra entre el 2 y el 7 de enero. La expedición comenzó el mismo 2 de enero, cuando arribamos a Tornquist a las 8 de la mañana provenientes de la ciudad de Carhué (previa combinación en Pigüé).

Las complicaciones comenzaron ahí mismo: el único servicio que podía llevarnos a Sierra de la Ventana desde Tornquist (localidad ubicada a sólo 50 kilómetros de Sierra) era un servicio de combis que pasaba casi 4 horas después (11.45 de la mañana).

O sea, fuera del tradicional recorrido de ómnibus de larga distancia de La Estrella (proveniente de Bahía Blanca) la oferta de traslado a Sierra de la Ventana en verano, temporada alta, primera quincena de enero, apenas se remite a una combi que aterriza en Tornquist a las 7.30, 11.45 y 18.20 horas.

Fuera de eso, el turista tiene que moverse “a dedo” a través de toda la Comarca. Esto es, Tornquist, La Gruta, Villa Ventana, Sierra de la Ventana y Saldungaray.

Bien, 12 del mediodía llega la combi. El servicio, a diferencia de lo que nosotros estimábamos, ya estaba lleno al hacer destino en la terminal de colectivos de Tornquist. Y lo que es peor, siguió levantando pasajeros a lo largo de todo el recorrido.

Así, al momento de llegar al Campamento Base, camino a Villa Ventana, el vehículo trasladaba 20 pasajeros... cuando en realidad su capacidad era de 16 asientos.

Como es de suponer, no había espacio específico para cargar equipamiento (todo el mundo iba con sus bolsos y mochila prácticamente sobre las rodillas), y en una de las paradas contempladas (Villa Ventana) el mismo chofer tuvo que descender de la combi para “cargar” otro pasajero.

Apretados como ganado, finalmente llegamos a Sierra de la Ventana. Obviamente, la situación volvió a repetirse cuando en una escapada a Villa Ventana (un sitio mágico y salvaje, a sólo 17 kilómetros de Sierra) tuvimos que recurrir al mismo (y único) servicio de traslado. Todos apretados. Ahogados por los bolsos. Y con la seguridad de que, en caso de accidente, ninguno contaría el cuento...

El “mérito” de esta penosa prestación en un lugar que vive del turismo (algunos operadores de Sierra de la Ventana deberían recordar esto) es propiedad de Silver Transportes, la empresa que regentea las combis.

Por supuesto, el hecho de que cualquiera esté “de vacaciones” en cierto modo aliviana las molestias. Pero hay que recordar que uno está pagando por un servicio... y que el turista no es una estúpida billetera con patas que suelta dinero por el simple hecho de estar disfrutando de un momento de ocio...

Existe algo que se llama respeto. Pilar básico de las relaciones interpersonales.

Ya en Sierra de la Ventana, el hospedaje generó otras complicaciones dignas de ser relatadas. Dada la escasez de alojamiento, desde Buenos Aires reservé una habitación en el “Residencial La Perlita”. El precio, módico: $50 (diciembre). Al llamar en enero, la cosa había cambiado “$60” dijo la dueña del lugar (“Perlita”).

Al preguntar el por qué del aumento, Perlita alegó que se debía a “que las habitaciones ahora cuentan con ventilador de techo”. Una vez en el lugar, Carla y yo comprobamos que las cosas eran muy distintas a lo acordado por teléfono desde Buenos Aires.

La habitación no tenía ventilador de techo, sino un pequeño aparato (similar al que tienen instalados algunos viejos camiones) atornillado a la pared. Además de carecer de placard, bidet y televisión, el cuarto se inundaba casi por completo cuando uno optaba por bañarse. Por el lado de Perlita, la atención al huésped distaba mucho de ser la mejor.

“Agua caliente sólo te puedo dar a la mañana” (chau mate el resto del día) “Ojo que la habitación sólo se la alquilé a ustedes dos” (jamás había pensado en instalar un casino en ese cuarto) “No dejen las ventanas abiertas que se golpean” (esto, con 40 grados de temperatura incendiando el planeta), fueron algunas de sus citas más memorables.

Pero, sin lugar a dudas, el detalle que se roba las palmas al momento de recordar el “Residencial La Perlita” tiene que ver, nuevamente, con el falso ventilador de techo. La cuestión es así: el ventilador estaba instalado de un modo que mantenía un vínculo directo con la iluminación de la habitación. En otras palabras, si uno encendía la luz del cuarto, el ventilador del cuarto dejaba automáticamente de funcionar. El lugar quedaba a merced del calor.

De modo que para gozar de la potencia de tan fiel turbohélice el turista no tenía más remedio que moverse a oscuras por la habitación. Créanme, la política de ahorro energético planteada por “Perlita” debería ser imitada en algún momento por la presidenta Cristina Kirchner...

Como es de suponer, a los 15 minutos de estar instalado en el “Residencial La Perlita” ya quería irme. El problema era que había efectuado una reserva... por cual tras una encendida negociación logré que “Perlita” nos liberara de su compañía al día siguiente de nuestra llegada.

El 4 de enero, Carla y yo –párrafo aparte merece la actitud de mi mujer, que ostentó la mejor onda aun en las situaciones más complejas– nos mudábamos al hotel Maiten, propiedad de la familia Albanese, y en el que el trato cordial y las amplias comodidades del lugar nos permitieron –ahora sí– concentrarnos en nuestras vacaciones.

La excelente atención brindada en el Maiten (vale la pena reiterarlo), en donde en un principio acordamos todo de palabra –da gusto ver que hay códigos que no se pierden–, nos permitió olvidar con celeridad todo lo malo vivido al arribar a Sierra de la Ventana.

Por supuesto, hay mucho más para contar... pero será en la próxima entrada, amigos. Como corolario a todo lo dicho, debo decir que todavía son demasiados los puntos a mejorar para que Sierra de la Ventana sea, de una vez, un destino turístico adulto.

Como oriundo (por adopción) de la Comarca, créanme que duele comprobar que hay cuestiones inherentes a la actividad turística (de la que vive la zona, insisto) que continúan siendo manejadas con la torpeza y la impericia de épocas en las que Sierra no resultaba un lugar sumamente atractivo para tanta gente.

Este 17 de enero Sierra de la Ventana cumple sus primeros 100 años. En honor a la belleza de un sitio único, algunos deberían aprovechar la fecha para empezar a cultivar las bondades de esa preciada condición llamada respeto al otro...

3 comentarios:

El Chegu dijo...

Estimado Patricio: Soy un adorador de los "premios y castigos" y me pareció loable lo que escribiste acerca de cada servicio en particular. Afortunadamente la comarca serrana se ve favorecida por la asombrosa belleza que la rodea, mas, aun falta mucho para que los prestadores de servicios se pongan los pantalones largos, aunque vale reconocer, no son todos, por eso es bueno resaltar a quienes brindan todo por el turista.
Un abrazo, El Chegu

Anónimo dijo...

Hola, yo también viajé a Sierra este verano y la verdad que el tema del traslado fue un desastre. Ni hablar de la actitud de algunos dueños de cabañas... Pero como bien decías, hay mucha gente que vale la pena y estaría bueno que el resto se contagie de ese buen hacer.

Un saludo y la verdad que encontré tu blog navegando por internet y me pareció de lo mejor. Felicitaciones.

Martín Distacio

youth dijo...

Estuve este fin de semana en Sierra de la ventana y mi experiencia con "La Perlita" fue bastante distinta. Muy buena onda en el lugar [todas las mañanas tuvimos el agua para el mate. Nunca pedimos nuevamente, ya que regresábamos por la noche] La habitación era simple [sería necio pedir más por $70 por persona], así como el colchón, los muebles [pequeño placard descubierto + mesita de luz] y una estufa que dio un calor más que necesario.

Por otra parte, coincido con el asunto de los medios de transporte y su frecuencia desastrosa. Aunque imagino que el que más debe sufrirlo es el lugareño que no posee una moto o coche para movilizarse.

Saludos......

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